CRÍTIQUES

VALORACIÓ
8
El talento de la juventud, hoy como hace 200 años.
Publicat el: 21 de maig de 2018
CRÍTiCA: L’inganno felice
Gioachino Rossini
(1792-1868) era un joven compositor de veinte años cuando escribe esta pequeña
joya titulada L’inganno felice, que
sorprende por la simple razón de que ya contiene todos los elementos de su producción
posterior: vitalidad rítmica, acción divertida y centrada en el enredo que
mucho recuerda a la Commedia dell’arte, melodías vibrantes y personajes
encantadores de difícil ejecución.
A pesar de tener sólo dos
años escribiendo ópera estaba a punto de volverse internacionalmente famoso
cuando, porque un año después, cuando estrenó Tancredi, Italia y el mundo entero se rendirá a su talento. Lo que
le permitió retirarse a los 37 años para dedicarse a disfrutar de su vida.
Esta es una obra fresca,
divertida, con un tema que en nuestros días es políticamente incorrecto (la
condena a muerte a una mujer por infidelidad), sin embargo musicalmente no
permite que el público se deshaga del embrujo de la fiesta sonora típica de
Rossini. Se nota claramente su naturaleza de Intermezzi (obras de pequeño
formato que se representaban en los intermedios de las grandes óperas), por lo
compacto de la acción, pero también por su carácter ligero aunque, en este
caso, contenga pocos pasajes realmente buffos.
La Asociación de Amigos de
la ópera de Sarriá lleva a cabo una temporada anual de tres títulos que este
año cierra con este montaje, que claramente significan enormes esfuerzos de
organización y consecución de recursos, pero que también son una oportunidad
dorada para los jóvenes cantantes, directores, escenógrafos, diseñadores y
músicos, que se entrenan en un teatro pequeño pero encantador, para hacer una
de las artes escénicas más difíciles: la ópera. Además de provocar el interés
por este género en el auditorio que quizá no acuda al Liceo o en los jóvenes
que se acercarán por primera vez a la escena lírica más fácilmente en este
teatro. Es tan conmovedor como importante valorar el ambiente juvenil de todo
este esfuerzo.
Anna Ponces firma una puesta
en escena creativa y moderna, que sabe utilizar los recursos con los que cuenta
al máximo, que expone las mejores virtudes de sus cantantes y que propone una
estética poco común para una obra de estas características. Otro de los
aspectos más interesantes de este proyecto es que la escenografía estuvo
diseñada y realizada por alumnos de la Escola Elisava
Acompañado a la acción
escénica estaba la Orquesta Barcelona Concertante, que a pesar de su pequeña
instrumentación, nos permitió escuchar la deliciosa orquestación de Rossini. Aunque
algunos aspectos se pueden mejorar (sobre todo en los alientos metales), se
debe destacar el bien conseguido equilibrio entre el escenario y el foso,
además de la interpretación de una partitura nada fácil, todo esto bajo la
batuta de Assunto Nese y la seguridad a toda prueba de Viviana Salisi en el
clave de los recitativos.
Jorge Abarza y Guillem
Betllori cumplieron bien con sus papeles de los malvados de la historia. Hay
que destacar el trabajo tanto vocal como escénico de Roberto Maietta, que
estuvo –a epsar de la modernidnad del ambiente- dentro del espíritu rossiniano toda
la obra, pero sobre todo hay que hablar de las importantes voces de Serena
Saenz y César Cortés (a quien ya habíamos destacado en su trabajo de Beppe en I Pagliacci de Sabadell). Ambos con belleza
en sus timbres respectivos y una juventud que nos deja pensar en un futuro muy
prometedor. Hermosa voz de tenor la de César Cortés, con un fraseo cuidado y un
trabajo actoral de muy eficiente. Quizá demasiado metálica la emisión de Serena
Saenz, pero su ejecución fue limpia, muy bien logradas las coloraturas y con
una línea de canto que cautivó al público al interpretar el aria final,
brillantemente.
Este tipo de montajes son una bocanada de aire
fresco y encantador, que nos recuerdan lo joven que puede ser esta forma
escénica que ha cumplido más de 400 años entre nosotros, de la que Rossini es
uno de sus representantes más iluminados y que nunca deja de sorprendernos.
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