CRÍTIQUES

VALORACIÓ
8
¡¡Sal de ahí!!
Publicat el: 30 de març de 2018
CRÍTiCA: Bull
¿Recuerdas esa imagen típica de película
de miedo en el que un personaje se adentra en una estancia misteriosa pese a que
el sentido común indica que debería alejarse lo máximo posible ? Tú,
espectador entregado a la trama, le gritas internamente que no entre, que
vuelva sobre sus pasos ahora que todavía puede. Pero obviamente el personaje no
te escucha, sigue adelante para tu desesperación y sufre las esperadas
consecuencias. Esa es la impotencia que siento hacia el
protagonista de Bull – Marc Rodríguez– , un
trabajador al que vemos toreado –metafórica y literalmente- por sus compañeros
– Joan Carreras y Mar Ulldemolins -mientras
los tres esperan al jefe –David Bagés, substituido en algunas funciones
por Santi Ricart – que decidirá cuál de ellos debe
abandonar ̶l̶a̶ ̶a̶c̶a̶d̶e̶m̶i̶a̶ su puesto de trabajo. Desde fuera, veo
venir las provocaciones y le pido a Thomas que se aleje, que no las escuche,
que no responda, que huya de la trampa… Pero mis súplicas son en vano y el
abusado cae una y otra vez en las burlas de sus torturadores.
Intento pensar que se trata de una
lucha por la supervivencia, que todos los depredadores tienen motivos de peso
que les llevan a aferrarse a sus trabajos con toda la fuerza de sus garras.
Pero eso no es lo que retrata el texto de Mike Bartlett. Aquí se
muestra la arrogancia del que se cree superior a través de la crueldad
descarnada, el abuso por la simple satisfacción de verse más fuerte. Ni
evolución ni moraleja. Solo un espeluznante reflejo de un comportamiento humano
que, de comedia, tiene poco.
A partir del título polisémico, la
dirección de Pau Roca juega con acierto e ironía con las
imágenes del mundo de los toros en la puesta en escena a cuatro lados. Rodeamos
el arenal de la plaza para ser voyeurs partícipes de la matanza mientras la
iluminación de Guillem Gelabert va intensificándose
paulatinamente casi sin que seamos conscientes.
Si bien Rodríguez y Carreras siguen en
arquetipos de personajes muy fieles a su línea –pienso en el patetismo del
primero en L’hostalera y en la soberbia del segundo
en Pretty-, una de las actuaciones más impactantes
es la de Ulldemolins, especialmente en el demoledor monólogo final. Un jaque
mate rotundo, sangriento, apoyado de forma progresiva por movimientos, luz y
vestuario – atentos al diseño y al uso de este último, a cargo de Laura
Garcia.
Dicen que las películas de miedo nos
gustan por la tranquilidad que nos produce saber que son ficción. Sin embargo,
en este caso la función me deja un sabor amargo, con la esperanza de que la
hora que acabo de pasar sea más exagerada, minoritaria o irreal de lo
que parece. Me aferro a pensar que la vida real es más compleja, con personajes
más profundos de los que aquí se plantean. E imploro estar en lo cierto o, por
lo menos, aprender a salir a tiempo.
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