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8
La sorprendente vigencia de Lope
Publicat el: 7 de gener de 2018
CRÍTiCA: El Perro del hortelano
En este mundo lleno de
barbaridades es una gloria saber que ha habido seres como Lope de Vega. Su
capacidad de reflejar la vida interna de los seres humanos, la psique femenina
y los lugares comunes de la sociedad, le dan una vigencia a sus textos solo
comparable con Shakespeare en el ámbito dramatúrgico. En el caso de El perro del hortelano
estamos frente a un texto que parece una inocente comedia de enredos pero que
en realidad enmascara una crítica social muy interesante: ¿Cuál es el vicio que
se ridiculiza aquí? ¿El guardar la idea de honor? En una época como la del
siglo de oro, cuando la idea de la honra era el valor más importante de un ser
humano, la veneración a los reyes y el concepto de que la nobleza de estirpe
significaba también nobleza de espíritu. una obra que cuestiona todo esto debe
haber sido muy revolucionaria, ciertamente, pero lo más interesante es que en nuestros
días una obra así siga vigente, y una de las razones para ello es, sin lugar a
duda, el retrato entrañable y profundo de la personalidad de su protagónica.
En este caso la
producción que nos presentó el Teatro Nacional de Cataluña, realizada por La Compañía
Nacional de Teatro Clásico, nos muestra un texto vigente, gracioso y encantador
con una manufactura bien lograda. El equipo creativo de Ricardo Sánchez Cuerda,
Pedro moreno, Rafa Garrigós y Juan Gómes-Cornejo, nos presenta una ambientación del
siglo XVIII (aproximadamente un siglo después de la creación e la obra), con
las líneas neoclásicas y un vestuario especialmente lujoso.
Del elenco
los tres protagónicos Rafa Castejón (Teodoro), Marta Poveda (Diana) y sobre
todo Natalia Huarte (Marcela), hicieron un trabajo remarcable. Esta última se
enfrentó al papel más difícil de la obra con una cuidada interpretación del
verso y una gracia que nos ahorró la victimización y la estridencia que
normalmente acompañan a este personaje, dándole una elegancia y una dignidad poco
común.
Acertado
también el trabajo de Joaquín Notaro (Tristán) pero en algunos momentos se
sobrepasaba el tono cómico y se llegaba a la sobreactuación como por ejemplo en
la escena de los mercaderes griegos.
En general se
debe hablar de un espectáculo disfrutable, encantador y con una profunda visión
de los comportamientos amorosos más allá de los géneros humanos y más allá de los
prejuicios, vicios y virtudes de una época.
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